Recibimos esta carta de Marijke Van Hoogdalem que nos llena de emoción y queremos compartir.
Marijke escribe:
En el mes de Marzo de 2011, y encontrándome embarazada me mudé a Panamá. Mi esposo Joris se mudó 6 meses antes. Durante esos seis meses yo continuaba viviendo y trabajando en Ámsterdam. Pensé que sería un embarazo muy solitario y difícil sin Joris, pero honestamente, fue un período de mi embarazo muy tranquilo y gratificante en algunas cosas.
Tres meses antes de la mudanza visité a Joris en Panamá durante unos días feriados, con la intención de ver hospitales y conocer doctores, buscando un ambiente y un doctor que llenara mis expectativas para el nacimiento de nuestro primer hijo. Yo soy de Holanda, donde las anestesias epidurales no son comunes y los nacimientos en casa se dan regularmente.
Asumí que al mudarme a Panamá no podría tener un parto en casa.
Fué realmente difícil encontrar un ginecólogo obstetra que apoyase un nacimiento natural, pero al final de los días feriados habíamos encontrado uno que indicó que podría cumplir mi deseo de un parto natural… pero en el hospital. Me permitiría caminar, crear un ambiente relajado, hacer yoga; no me pondrían las piernas en los estribos de una cama, podría bañarme y mantener el bebé conmigo, en contacto con mi piel apenas se diera el alumbramiento, etc.
En el mes de Marzo, y después de la mudanza, conseguimos finalmente visitar varios hospitales y salas de maternidad, ya que, aún teniendo la intención, habíamos olvidado hacer esto durante mi visita en días feriados. Y en ese preciso momento me asusté, pues todos los hospitales eran fríos, como un congelador, el aire acondicionado no podía ser regulado de manera individual en las habitaciones, las luces eran fuertes y en algunas ocasiones no había baños privados o regaderas en las habitaciones. Las enfermeras no mostraban empatía, pero lo peor del caso fue cuando, al estar dilatada de 9cm, me movieron a una habitación llamada la sala de expulsión. Dicha habitación era muy parecida a una sala de operaciones.
Mi esposo vio como quedé pálida, me quedaba realmente paralizada por el miedo y le decía a mi esposo que jamás daría a luz ahí. “No me importa cómo, pero no vamos a hacer esto en unos de estos hospitales”. Me sorprendió muchísimo que hasta los “mejores hospitales” fuesen tan fríos y a mis ojos hasta primitivos. Disculpen lo directa que soy; yo respeto los deseos de otras personas con tal que las decisiones y deseos estén muy bien planeados. En ese momento me di por vencida.
Pero claro, uno no se puede dar por vencido pues el bebe debe nacer de una manera u otra. Estaba empecinada en encontrar una solución. Buscando en la web no encontraba mucha información y no tenía un grupo de amigas a quien acudir.
Así que, ya en la última oportunidad, pues así lo sentía, busqué una escuela de yoga y ese mismo día me contactó una partera llamada Jimena. Ella tiene una personalidad muy tranquila, fue muy amable y me habló de la existencia de los que yo llamo mis ángeles; una pareja de ginecólogos obstetras del Hospital Nacional quienes apoyan firmemente los partos naturales, incluso en casa, los únicos en todo Panamá.
Esa misma semana fui a su consultorio y me enamoré. El doctor Rodrigo se sentó frente a mí y me habló sobre su visión de los partos y su proceso natural, de todos los beneficios para el bebe durante el parto y luego durante su niñez. Y que la madre tiene el derecho a escoger cómo y donde dará a luz! Que una mujer embarazada no es una paciente de obstetricia sino más bien un cliente. Hurra!! Mi búsqueda había terminado.
Ahora podía descansar y prepararme para el parto tal como había deseado e imaginado. Tal como yo lo veo, es dar a luz como debe ser. Nunca antes me había sentido tan decidida en preservar mis derechos, deseos y sexto sentido.
Cuando conocí a los doctores Aybar me encontraba en la semana 34 de embarazo. No me quedaba mucho tiempo, pero era lo suficiente como para tranquilizarme y esperar que llegara el bebé.
En las últimas semanas de mi embarazo los doctores Aybar visitaron nuestra casa un par de veces para ver si todo estaba en su lugar y listo para el nacimiento. Comprobaron que los grifos de agua, sus conexiones, etc. estaban funcionando… Todo estaba bien y listo para el evento, sin embargo, la bebé todavía no estaba lista, pasé las 40 semanas y me preocupaba que tuvieran que inducir el parto y tener que ir al hospital después de todo. Por suerte Rodrigo me aseguró enormemente… que teníamos todo el tiempo en el mundo.
A las 41 semanas fui a ver a Rodrigo para un examen de rutina. Su esposa Graciela realizó el examen interno y nos aseguró que todo estaba ya en proceso y avanzando bien. Esa noche empezaron las contracciones, las percibí como repentinas e inesperadas, pero en retrospectiva sólo estaba ignorando las contracciones que tuve durante ese día. Llamé a Rodrigo alrededor de la una de la madrugada, y me indicó que anotara el tiempo entre cada contracción y que lo llamara después de una hora más o menos. Lo llamé diez minutos después… había llegado el momento! Las contracciones eran muy intensas y sin un ritmo determinado. , iban y venían, pero se mantenían intensas por mucho rato…
La partera Sara Zomer, llegó antes que los doctores. Para ese entonces yo ya no sabía cómo moverme.
No quería ni siquiera imaginar que eso fuese a durar 8 horas. Esa parte del parto no me gustó en absoluto. Los doctores llegaron muy tranquilos y serenos, como de costumbre, lo cual me tranquilizó mucho. Ya casi estaba dilatada de 6cm. Ellos inmediatamente inflaron la tina, lo cual tomó alrededor de 45 minutos, incluyendo la instalación y el llenado. Me pareció una eternidad, sentía que ya no podría esperar más y solo quería entrar en la tina llena con agua tibia.
Cuando finalmente entré en la tina, empecé a relajarme, incluso parecía que las contracciones no fuesen tan intensas y que podía manejarlas mejor; fue una sensación increíble.
Sara puso música relajante, atenuaron las luces y mi marido estaba allí, todo lo que necesitaba era sentir su mano en mi hombro. Mientras tanto, se iba haciendo de madrugada, lentamente se iba la oscuridad y podía escuchar a los pajaritos entonar sus canciones de la mañana. Eso fue muy relajante. Sabía que los Aybar estaban ahí pero se mantenían al margen, dándonos nuestro espacio, tomaban café en nuestra terraza y estaban ahí cuando los necesitaba. Respetaron esta experiencia que era muy personal para mi esposo y para mí. Saber que estaban ahí era suficiente. Antes de la etapa final llegué incluso a dormir durante las contracciones para recuperar fuerza; y es que realmente necesitaba esas fuerzas, pues la fase activa fue larga y agotadora.
Creo que la primera voz que escuchó mi hija fue la de Rodrigo, diciendo Marijke PUJA, PUJA! Necesitaba ese estímulo en la última etapa.
Y así llegó Jiske, nació el día 20 de mayo del 2011 a las 10 de la mañana, después de 8 horas de labor de parto. Joris dijo que la expresión de su rostro, era muy tranquila y serena y no cambió en absoluto desde su nacimiento en agua hasta salir al aire libre. Pude entregarme por completo a la experiencia debido la seguridad que me brindaba mi hogar, la presencia de mi esposo, la presencia de los doctores, sus personalidades increíblemente hermosas. Especialmente en un país donde no conoces a nadie.
JISKE fue una bebé muy contenta, feliz y tranquila y realmente creo que eso es gracias al embarazo tan tranquilo, y al nacimiento natural y calmado.
Jimena, los doctores Aybar y Sara son mis ángeles, mis salvavidas en Panamá pues estaba en un país nuevo, sin familia y sin amigos, nuestra búsqueda para encontrar a los doctores correctos, el medio ambiente y nuestra determinación para encontrar el camino. Realmente estoy muy agradecida. Los doctores Aybar son gente valiente, los únicos que se atreven a seguir sus creencias, siendo los únicos médicos en Panamá que realizan partos naturales y en casa. Sus colegas pueden llegar a verles como irresponsables o que no siguen los estándares médicos. Opino que tienes que ser valiente para terminar lo que empiezas. Los respeto y siempre estarán en mi corazón.
El 12 de diciembre de 2012 nació nuestra segunda hija, Janne. Nuevamente tuvimos un parto en casa y en el agua… tan tranquilo y hermoso como es de esperar.